10 junho 2011

LA YEGUA “DIE PATRIOT”




Turf & Arte
LA YEGUA “DIE PATRIOT”

El anciano señor recorrió sus modestas tierras. En lo alto de una colina lanzó una mirada a sus prados verdes. Quien por acaso allá estuviese en aquella mañana, iría a ver una imagen lúdica, un único ser humano a pasos tambaleantes deslizando entre la tierra y el cielo celeste con tonalidades amarillas, naranjas y verdes, tal cual acuarelas prenunciando el sol…
Una sumergida al interior de la existencia del hombre, nos llevaría a ver haberle atravesado la vida con toda su fuerza y drama. Desde muy temprano -siete, ocho o nueve años- ya trabajaba en la aldea no lejos del local ahora citado.
Hacía de todo, ayudante de vendedor ambulante, lavador y limpiador del salón y la acera del cabaret del pueblo, entregador de telegramas y correspondencia; con su bicicleta asumía la función de mandalete a cualquier finca o haciendilla de los alrededores de la aldea, pero su mayor pasión era, en las horas de descanso ir hasta la herrería.
Allí estaba el inicio y el fin de su vida, el galpón de madera, el heno, las balas, el fuego, el fuelle, el hierro siendo trabajado por hábiles manos, los caballos, por todos los dioses, los caballos…
En aquel local se cruzaban indistintamente, viajantes y todos los del pueblo desde el humilde entregador de leña con su cerreta hasta el hacendado ilustre con sus animales de linaje noble. El encantamiento del niño por aquel galpón permaneció vivo en cada año de su vida. A su padre no lo había conocido, su madre viviendo en un cuarto en la casa de la hermana mayor era un estorbo diario para la misma, mujer enferma que lo dejó huérfano a los trece años.
El buen herrero y esposa lo adoptaron de inmediato, su dormitorio limpio se situaba en lo alto entre las tijeras soportantes del tejado; una ventana lateral cortaba el plano de las tejas, iluminando durante el día, dándole un cielo estrellado por las noches. El olor a heno y a caballos pasó a ser parte de su vida. Ahora todas sus economías eran guardadas. El herrero y la mujer sin hijos, a él nada pedían, él era un hijo…un hijo.
Ya un completo joven, aún limpiaba el cabaret. Entrando en el salón como habitual, abrió todas las ventanas, dejando el sol y el aire puro amenizar el ambiente. Fue cuando vio a una linda joven en un rincón junto al bar durmiendo en posición fetal…Sus brazos fuertes la levantaron. El rostro de la joven denotaba ser más joven que él. El muchacho-hombre caminó por la calle principal, rumbo a la herrería, llevándola a su dormitorio…Sería ella la madre de sus hijos…
El tiempo pasó rápido, el hombre compró tierras montó su criadero de caballos, crió sus hijos envejeciendo junto a su amada. Fue con tristeza que sepultó a sus padres adoptivos, mandó deshacer el galpón herrería reconstruyéndolo totalmente al lado de la portera principal de su criadero de caballos interiorano.
Sus caballos adquirieron fama y prestigio en varios hipódromos, sin embargo sus hijos e hijas nunca interiorizaron totalmente la vida de los padres. Aquella falta de elaboración, hijos de padre huérfano con madre retirada de un burdel, jamás fue digerida psíquicamente. Lo cierto de los hechos fue que todos ellos partieron a las grandes ciudades, usufructuando del apoyo financiero del criadero de caballos produjeron sus vidas…
Al entierro de su amada una única hija apareció, ya anciano, medio esquizofrénico, semi esclerosado, en ese día firmó varios papeles, entre los cuales el de transferencia del criadero de caballos y su plantel a una hacienda próxima a la gran metrópolis de hipódromo famoso y centenario.
El mar de sol que iluminaba a aquel hombre se derrumbó sobre sí mismo, pasando a vivir de recuerdos en sus tierras. Sin embargo un domingo bien temprano, un carro moderno aparece en el abandonado criadero. De él baja el conductor con elegancia, abre la puerta lateral derecha saliendo una señora inmensurablemente distinguida.
Levantándose de su silla en el hall de la casa principal de sus tierras, el hombre va a su encuentro. Después de afectuoso abrazo, él es recordado por la misma, de ser ella una de las ex prostitutas del burdel da la antigua aldea. Más aún, siempre supo donde su hermana estaba, o sea en los brazos de un hombre bueno y que ahora sabedora de su angustia quería proporcionarle un día agradable.
En aquél domingo sería corrido el mayor gran clásico turfístico del continente, en una mega ciudad no muy distante, y una yegua que fue de su propiedad estaba inscrita. Invitación acepta partieron para el hipódromo, pareo corrido, victoria de su ex protegida, vio a sus hijos e hijas en la foto oficial de ganadoras, su corazón palpitó fuerte pidiendo para retornar al ex criadero de caballos…su cuñada así lo hizo…
En la mañana del día siguiente, bajando la colina de los prados verdes divisó la portera del galpón…junto a la carretera un niño con un puñado de utensilios para sobrevivir de la ayuda de los otros vagaba por la carretera.
Tal vez este niño sea huérfano, duerma en un galpón-herrería…trabaje mucho…economice, encuentre una pretendida prostituta joven linda aún virgen…compre un criadero de caballos en desuso…tenga hijos que el mundo no corrompa…y por último un final de existencia digno.
Algunas veces la realidad se nos presenta dentro de aquello que supuestamente es ficción…

Autor
Luiz Dagoberto Heinzelmann
Escritor, Ilustrador, Pintor y Turfista
http://dago-arte.blogspot.com/

Traducción
María Isabel Ibarra Toro

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